Autor: Grupo Legislativo PMC
HONORABLE ASAMBLEA:
Septiembre es un mes lleno de significación histórica para Nuevo León, pues no es sólo el mes patrio, sino que celebramos, en lo particular, dos acontecimientos de especial relevancia para nuestro Estado: primero, la tercer y definitiva fundación de Monterrey, bajo el liderazgo de Don Diego de Montemayor, un día como el de hoy, hace exactamente 425 años, como la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, cuyo título hace homenaje a la fe cristiana de los exploradores españoles y a don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey y entonces virrey de la Nueva España.
En segundo lugar, y no menos importante, 250 años de fundada nuestra ciudad, próspera y hermosa, como evidencian los relatos y pinturas de la época, Monterrey vivió en carne propia los escarnios de la guerra en un conflicto entre México y los Estados Unidos de Norteamérica, guerra que por propios y extraños fue calificada de injusta e inhumana, y que dio lugar a verdaderas carnicerías humanas, pero también, en medio de la barbarie, fue el escenario de actos de heroísmo y humanidad, como se aprecia en los partes de guerra, testimoniando el Ejército invasor la valentía, arrojo y fiereza en el combate de los nuevoleoneses y regiomontanos, en la defensa de su ciudad.
En este escenario se dio también la muy digna participación de "los colorados" llamados así por su tez y color de cabello, los heroicos integrantes, irlandeses en su mayoría, soldados inmigrantes europeos que se pasaron al lado mexicano instigados por John Railey conformando el Batallón de San Patricio, unidos a las huestes mexicanas por la identidad religiosa, por la convicción de que peleaban una guerra de injusta agresión, y porque poco tiempo les tomó conocer el carácter afable, trabajador y noble del norestense.
Nuevo León, para su fundación y población precisó del carácter aguerrido y valiente de los miles de hombres y mujeres próceres de esta tierra, pero Nuevo León, no es meramente europea, un meramente india: desde los primeros asentamientos europeos, los colonos trajeron consigo soldados tlaxcaltecas libremente asociados con ellos, para defenderlos de los indios pobladores originarios de la zona: hualahuitas, rayados, borrados, entre otros, emparentados con los temibles y feroces apaches y comanches.
Nuestra tierra hoy precisa, nuevamente, de hombres y mujeres valientes y determinados, hoy ya el enemigo a vencer no es la presencia invasora de un ejército profesional, o la amenaza latente de un ataque de los pobladores originales, hoy el enemigo es sutil y engañoso y se perfila como la pandemia de nuestro siglo, que no sólo nos ha dejado un hueco en el pecho en cada ser querido que hemos tenido la desgracia de ver partir; es también un enemigo histórico, la escasez del agua, agravada por el calentamiento global.
Nuevo León, hoy como antaño, cuenta entre su población a verdaderos héroes de quienes, afortunadamente, no se espera empuñen una espada ni carguen un fusil para defender nuestra tierra amada, sino que deben enarbolar la bandera de la honestidad, la disciplina y el compromiso por su suelo, legado por nuestros ancestros, quienes hicieron su hogar en tierras desérticas y alejadas del centro del país, quienes lograron hacer la metrópoli pujante y vibrante, culta e industrial, profundamente humana y amorosa de su familia, que es cada hogar, cada casa, cada nuevoleonés.
Gratitud y recuerdo a nuestros héroes fundadores, honor y dignidad a quienes en la Batalla de Monterrey de 1846 nos dejaron muestra de amor y arrojo por esta patria, y queda en nosotros, Legisladores de Nuevo León, el alto compromiso de pasar la divisa, de demostrar que el nuevoleonés de hoy es merecedor de la sangre heroicamente derramada para que tengamos la libertad de que gozamos hoy.
Que así sea, para que el nombre de esos héroes no sea olvidado y el nuestro, también sea recordado en la memoria de nuestro Estado.
Es cuanto.
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